El triunfo de María Corina Machado es un logro feminista
María Corina Machado estuvo acompañada por sus hijos y su madre durante su proclamación. Foto: Iván Reyes. Credit: Iván E. Reyes

El pasado 23 de octubre, María Corina Machado fue proclamada como ganadora de las primarias, convirtiéndose así en la candidata única de la oposición venezolana para las elecciones presidenciales de 2024. En este artículo me enfocaré en detallar las razones por las que considero que el triunfo de Machado es un logro feminista.

Independientemente que Machado no se defina como feminista ni tenga una agenda que incorpore perspectivas feministas, y su postura deja en duda su visión sobre temáticas importantes relacionadas con los derechos de las mujeres como lo son la salud sexual y reproductiva; de igual forma, su triunfo es el resultado de los avances logrados por los movimientos feministas en Venezuela para promover y velar porque las mujeres puedan liderar espacios de participación pública y política tales como la presidencia.

En primer lugar, es importante recordar cuál ha sido el recorrido histórico de las mujeres en Venezuela y su participación en la esfera pública. En Venezuela se otorgó el derecho al voto femenino en 1944; es decir, hace tan solo 77 años. Comparativamente, en Nueva Zelanda se formalizó por primera vez el voto de las mujeres en 1893.

Esta lucha por el voto de las venezolanas fue liderado por la Agrupación Cultural Femenina y la Asociación Venezolana de Mujeres y la participación de mujeres como: Ada Pérez Guevara, Ana Sénior, Argelia Laya, Carmen Clemente Travieso, Eumelia Hernández, Olga Luzardo, Panchita Soublette Saluzzo. El voto de las mujeres se formalizó el 27 de octubre de 1946, con las votaciones para la Asamblea Nacional Constituyente de 1946, fecha en la que por primera vez las mujeres votan y son elegidas para ejercer cargos públicos de elección popular.

La primera candidata

En la historia de Venezuela son escasas las ocasiones en las que las mujeres venezolanas han sido candidatas a la presidencia. La primera vez que sucedió esto fue en 1988, cuando Ismenia Villalba se convirtió en la primera mujer en ocupar esta postulación. Esto ocurrió hace menos de 35 años, luego de tener una larga lista de presidentes, la participación de las mujeres como candidatas a la presidencia es un logro muy reciente.

Una década después, en 1998, Irene Sáez logra ser candidata presidencial por parte del partido Copei. Por lo tanto, la elección de Machado como candidata de la unidad, con un respaldo importante logrado por voto popular, es histórica. Este logro se suma a hitos fundamentales de mujeres que vinieron antes para abrir los espacios de participación de las mujeres en cargos de elección popular en Venezuela.

A nivel internacional y de las Naciones Unidas, el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW), a través de la Recomendación General Nro 23 de 1997, ha impulsado y promovido la participación política de las mujeres y las acciones afirmativas para lograr la igualdad reconociendo la discriminación histórica de las mujeres, las cuales han sido tradicionalmente asociadas a responsabilidades de crianza y el hogar y no las esferas políticas ni públicas.

La incidencia para que exista mayor participación política de las mujeres en Venezuela ha sido impulsado por organizaciones de la sociedad civil venezolana, como por ejemplo Centro de Justicia y Paz (Cepaz) y el Netherland Institute for Multiparty Democracy (NIMD), las cuales han promovido que los partidos establezcan cuotas o que el Estado instale cuotas para la paridad. Hay que recordar que estas son medidas especiales de carácter temporal que permitirían acelerar la participación igualitaria de las mujeres en la política.

A pesar de un mundo que camina hacia la igualdad, conforme a tratados internacionales que obligan al Estado a tomar medidas afirmativas, en Venezuela las mujeres siguen estando subrepresentadas en espacios de participación política.

Según informe de CEPAZ y Voto Joven: “La subrepresentación histórica de las mujeres en los más altos cargos de la administración pública venezolana da cuenta de las brechas que éstas enfrentan para participar en los espacios de toma de decisiones, sobre todo aquellos particularmente más relevantes o de mayor importancia por su impacto en el área política y económica”. Las brechas van desde desventajas para posicionarse dentro de los partidos políticos así como falta de respaldo legal o institucional mediante leyes de cuota o paridad.

En consecuencia, las mujeres en Venezuela quedan relegadas a posiciones de menor influencia en los partidos políticos tradicionales. Esto es evidente en el caso de las primarias, proceso en el que solo cuatro de las 14 candidaturas eran mujeres y los partidos políticos tradicionales no posicionaron a ninguna candidata mujer.

Todo esto demuestra un profundo arraigo patriarcal dentro de los partidos políticos venezolanos. De las cuatro mujeres candidatas, ellas representaron y/o fundaron sus propios partidos políticos y/o movimientos. Este fue el caso de Machado, Adrián y Solórzano. Otro ejemplo de la falta de representación de las mujeres fueron las elecciones regionales y municipales de 2021 dónde solo 9% de las gobernaciones y 18% de los municipios tienen como jefe de su ejecutivo a una mujer.

En ese sentido, el hecho de que una mujer llegue a ser la contrincante del candidato del Estado es histórico y hay que reconocerlo como un triunfo por la igualdad en el país.

Los cuestionamientos sobre el triunfo de Machado como un triunfo político “arrasador” o “histórico” se lo dejo a las politólogas. De igual forma, es importante destacar que el hecho de que sea mujer no garantiza una agenda en pro de los derechos de las mujeres. Muy bien sabemos que aunque un Estado se proclame como “feminista”, la realidad es que estamos lejos de políticas en pro de los derechos de las mujeres.

Lo que es cierto es que, el hecho de que Machado sea la tercera mujer en ser candidata a la presidencia en Venezuela es un triunfo feminista y un triunfo por la igualdad en el país. Su candidatura, además, abre espacios para que otras mujeres decidan participar en la política venezolana y no cómo asistentes o esposas sino como lideresas de partidos políticos.

NOTA: Acostumbrados a usar los apellidos de hombres (Capriles), y no así, los nombres de las mujeres (Delsa, María Corina), este artículo incorpora una posición diferente al usar los apellidos y no los nombres de las candidatas como una forma disruptiva y diferente de ‘nombrar’. Espero que esta elección de forma consciente nos deje la oportunidad para pensar en el lenguaje como forma de perpetuar machismos.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: En el feminismo, nosotras somos las protagonistas

Abogada de la Universidad Católica Andrés Bello. Maestría en derechos humanos y género. Feminista y defensora de derechos humanos.