Caracas.- Katrin Wagner recuerda que desde niña le gustaba ayudar a otros. Lo menciona al responder la pregunta qué de dónde viene esa misión o propósito de ayudar a su comunidad. De padre alemán y madre colombiana, esta luchadora social de la comunidad La Pradera, ubicada en la parroquia La Vega, reconoce que gracias a la educación de sus padres pudo asumir muchos retos que la vida le ha puesto.

La señora Kathy, como le dicen sus vecinos, afirmó que hasta en los peores momentos que se le han presentado en la vida no ha visto la debilidad como una opción. «Siempre he acudido a la fuerza que te da la inteligencia, a la constancia en el trabajo y creo que eso viene de mis padres», expresa.
La líder social confiesa que no tuvo estudios superiores. Solo pudo, a duras penas, terminar la primaria. Pero desde que le tocó quedarse sola con sus tres hijos, entendió que debía prepararse para levantar a su familia y orientar a sus vecinos, por lo que no hubo curso o taller a su alcance que no hiciera. «Aproveché todos los cursos que dictó la Universidad Católica Andrés Bello. Pude disfrutar de una beca que dio Yon Goicoechea a varios líderes sociales, debido a un premio que ganó».
«Gracias a la confección de vestidos de novias, a la costura, levanté a mi familia. Esto lo aprendí sola, porque no estudié confección. Solo escucho, veo el cuerpo de la persona, hago las medidas y con eso me pongo a coser, a diseñar la prenda de vestir», comentó.
-¿Por qué cree que las comunidades están tan mal actualmente?
-Porque son pocos los vecinos comprometidos con sus espacios. También porque le encargaron esta labor a personas que conforman consejos comunales que no cuentan con ninguna preparación.
–¿Considera que no hay un relevo que haga el trabajo que ha estado haciendo?
-No creo. Existen vecinos que lo están haciendo en La Vega. Me encanta que así como en La Pradera nos ayuda la Iglesia Católica existen otros sectores que cuentan con la alianza de Organizaciones No Gubernamentales (ONG). Para mí el problema no está en el relevo, sino en el compromiso, en el amor hacia la comunidad.
Parada en la calle frente de su casa, señala que cuando llegaron eran tres o cuatros habitantes. «Llegué damnificada de El Helicoide y no podía optar a un apartamento porque estaba desempleada. «Esto era puro monte, poco a poco se fue desmalezando para construir; claro eran otros años, otra Venezuela con un venezolano más trabajador, que no le tenía miedo a casi nada», contó.

Kathy participó en la construcción de las escuelas Fe y Alegría que están en La Pradera, así como en la de la calle principal. Trabajó hasta hace menos de seis meses en el comedor, así como en la clínica de atención médica promovida por Universidad Católica Andrés Bello, ubicada en esta comunidad.
Motivar, reconocer y respetar son las palabras claves que usa la señora Kathy. «Claro que en los años 70, 80 y 90 había políticos y gobiernos uno mejor que otro, pero los que estábamos comprometidos con nuestras comunidades pensábamos primero en atender a dónde vivíamos. Hoy están pensando en otras cosas, en quedarse con las bolsas del Clap del que se va de viaje; hoy no hay compromiso con nada. Vemos que los que lideran los consejos comunales no cuentan con ninguna preparación que los ayude a entender su trabajo comunitario».
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