El destino —o la casualidad—quiso que el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela naciera en 1975, justo el mismo año en que Papúa Nueva Guinea ganó su independencia.
44 años después, en 2019, se escuchaban por su selvas tropicales, montañas escarpadas y pueblos indígenas los ritmos de autores tan diversos como Händel, Mozart, Beethoven o Strauss, entre otros, bajo la batuta de un director de orquesta trujillano, salido de El Sistema.
Como si fuera el conductor de un gran autobús lleno de músicos, Jesús Eduardo Briceño Barrios guía desde entonces con sus gestos y movimientos a un grupo de niños y jóvenes de los pueblos de Papúa Nueva Guinea de entre 4 y 19 años en Vanimo, una remota zona rural de este país de Oceanía, fronteriza con Indonesia.
Es el director de la Orquesta Reina del Paraíso (The Queen of Paradise Orchestra), la primera y única del país, y un coro.
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Briceño, quien también es violinista y pedagogo —fue docente titular de las cátedras de violín y de historia del Conservatorio Vicente Emilio Sojo, en Barquisimeto, hasta el 2010— estaba deseoso de afrontar un nuevo reto musical.
Recuerda que el teléfono celular sonó al medio día, interrumpiendo su hora de almuerzo. Al otro lado de la línea, el párroco de Vanimo lo invitaba a desarrollar un proyecto musical que pretendía cambiar vidas. El misionero argentino se inspiró en el modelo del maestro José Antonio Abreu, que conoció en otras latitudes.
Era el padre Miguel De la Calle, sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado (IVE), una congregación religiosa católica nacida en la ciudad de San Rafael, en la provincia de Mendoza, Argentina.
El músico venezolano aceptó la propuesta sin dudarlo. Sabía que este sería un viaje especialmente largo, de una distancia física de cerca de 20.000 kilómetros (¡era como dar la vuelta a la Tierra!), pero también existencial que marcaría su vida para siempre.

El momento más memorable en Papúa Nueva Guinea
“Fantástica es la palabra adecuada para describir mi experiencia", aseguró Jesús Briceño, de 40 años, a El Pitazo.
A su llegada a la isla de Papúa Nueva Guinea, a finales de 2018, el venezolano recuerda que casi ninguno de los primeros 55 alumnos del programa Queen of Paradise conocían un violín, menos un violonchelo o un contrabajo.
Un lustro después, en septiembre de 2024, parte de esos estudiantes ofrecieron un concierto al papa Francisco en la escuela de la misión que llevan los religiosos argentinos. El pontífice visitó la comunidad de Vanimo como parte de una gira por el Sudeste Asiático y Oceanía.
Para Briceño, quien recibió la orden Gran maestro Francisco Palacios en 2016 por su labor educativa en el Núcleo Carrizal de El Sistema, en el estado Miranda, el momento más memorable desde que comenzó el proyecto musical Queen of Paradise ha sido, precisamente, presentarse ante el Vicario de Cristo.
Antes, en 2021, en un hecho sin precedentes, la orquesta de niños de Vanimo fue recibida por el primer ministro de este país del Pacífico. También interpretaron obras musicales en el Parlamento.
“Fue espectacular", dijo Briceño, quien en Venezuela fue director invitado en distintos núcleos y sedes de las orquestas infantiles y juveniles de El Sistema en los estados Lara, Yaracuy, Miranda, Vargas, Táchira y en el Distrito. Capital.

La música: un medio para pacificar
Para ver el impacto de este programa musical inspirado en el Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela, es necesario saber que Papúa Nueva Guinea no tiene buena fama.
La arraigada violencia entre diferentes grupos étnicos, a menudo motivada por el control del territorio, sigue siendo un obstáculo para el desarrollo.
Asimismo, es muy común y extendida la violencia de género en los pueblos de este país de Oceanía.
“Cuando llegué, de hecho, lo que más me chocó fue encontrar muchísima violencia, maltrato, niños golpeados, mujeres y niñas con moretones… Hay mucho de eso, lamentablemente porque la violencia familiar es casi bien vista: nadie dice nada si matan a alguien a palos o a machetazos. Y si por ejemplo la mujer no hizo bien la comida, también la pueden matar a palos… Fue así como pensé que la música podía servir para transformar todo eso y para que sus integrantes pasaran a sentirse valiosos y los demás los pudieran valorar", explicó el padre Miguel De la Calle al diario La Nación.
Cinco años después, el interés por la música no ha hecho más que crecer en Papúa Nueva Guinea. Un total de 120 niños conforman el programa de aprendizaje musical Queen of Paradise —que planea aumentar la matrícula a 200 estudiantes en 2025— y más personas asisten a sus conciertos.
«Gracias a la música ahora las familias valoran más a los niños, que demuestran ser capaces de grandes cosas», afirmó el religioso al diario argentino.
Jesús Briceño Barrios es también un convencido de la capacidad para alegrar, transformar y pacificar que tiene la música, más aún en países como Papúa Nueva Guinea.
“La música cambia la perspectiva de las personas de una manera estupenda, sensibiliza los corazones y crea, además de una bella armonía, la más grata paz", comentó el trujillano.

Es por eso por lo que desde hace tres años, Queen of Paradise desarrolla en los estudiantes más avanzados una serie de competencias que les permitan no solo destacar como músicos individuales, sino también como líderes capaces de comunicar su pasión por la música, inspirar a otros y gestionar este proyecto en sus comunidades.
“Así, el programa se podrá sostener con más recurso humano local", apuntó Briceño.
El 8 de diciembre la orquesta y coro Queen of Paradise cerró el año escolar con un concierto de Navidad. Para celebrar los 50 años de la independencia de Papúa Nueva Guinea es muy probable que vuelvan a presentarse en el Parlamento para un gran concierto en 2025.
El director de orquesta y violinista venezolano espera incorporar nuevos docentes al programa de aprendizaje y planifica una gira con los niños de Vanimo a la vecina Indonesia.
Desde la primera fila de Queen of Paradise, Jesús Briceño Barrios confía en que más temprano que tarde este programa inspirado en El Sistema de Venezuela ayude a Papúa Nueva Guinea a ser más conocido por la música y menos por sus problemas de violencia.