La Guaira.- El compás de la caja, una especie de tambor que se usa para llamar a los promeseros que participan en la manifestación de los Diablos Danzantes de Naiguatá, se une al sonido de los cencerros y cascabeles, que se colocan en la cintura, cada uno de los danzantes. El ruido y el calor son agobiantes, pero la danza no se detiene.
Allí, en el medio de la danza, Karla Pérez se arrodilla desde la famosa Cruz de Pueblo Arriba y llega hincada hasta la puerta de la iglesia San Francisco de Asís de Naiguatá. Allí reza y agradece. Agradece su vida y la posibilidad de poder volver a ser promesera en su pueblo natal, a pesar de que ahora vive a kilómetros de distancia, en Santiago de Chile.
En medio de la celebración, la gente de Naiguatá la saluda. Se alegran que haya vuelto. La llaman por su apodo, desde que era una niña. La llaman “Kalala" y otros más osados, “la chama de la bala". Esa bala que recibió a los 11 años y que hoy, 34 años después, es el motivo porque el que se viste de diablo, danza y paga promesa, así eso implique atravesar Sudamérica.
“En mi familia es costumbre bailar con los Diablos Danzantes y somos creyentes del Santísimo Sacramento. Yo empecé a bailar con la diablada cuando tenía 10 años. Pero a los 11 recibí un disparo. Eso por poco me costó la vida. Los médicos dijeron que no podían sacar la bala, porque estaba en un lugar riesgoso y debía vivir con la bala en el cuerpo. Mi familia pidió al Santísimo por mí y al año de este accidente, boté la bala. Salió de mi cuerpo por la boca. Desde ese momento yo asumí un compromiso, no importa en donde esté, pero en Corpus Christi, yo vengo a Naiguatá a bailar con los diablos.", dice la mujer, que como pago de promesa, tanto en víspera como en la propia fecha del Corpus, recorre ese tramo de rodillas, mientras otros promeseros danzan.

“Mi apodo viene de allí. Yo me llamo Karla y la gente decía, es la niña de la bala, o Karla la de la bala y terminaron diciéndome Kalala", explica la mujer, con una felicidad que expresa con una amplia sonrisa, por volver con los suyos, por vestir el atuendo multicolor y el cinturón de cascabeles.
Karla Pérez siente que el Santísimo la ha acompañado en el nacimiento de sus hijas y nietos, que no la desamparó cuando sufrió un infarto y que cuando enfrentó un accidente de tránsito, el manto de su fe inquebrantable, la cuidó.
“Yo migré, pero nunca he faltado a mi promesa de venir a rendirle tributo al Santísimo. Si volviera a nacer, escogería, por siempre, bailar con los diablos danzantes de Naiguatá.
El primer día del mes de julio, Karla volverá a Santiago de Chile. Volverá a su trabajo y su cotidianidad en el país extranjero, pero se llevará consigo la seguridad de la protección del Santísimo Sacramento. Se va con la idea de volver el próximo Corpus Christi. Se lleva una parte de Naiguatá en su fe y tradición.