
Caracas.- Al llegar el viernes en una ciudad como Caracas, a pesar de la crisis, uno pensaría ver sus calles repletas de personas caminando junto a sus amigos, familiares en la búsqueda de algo qué hacer en su tiempo libre o también nos imaginaríamos a ese trabajador que va de camino a casa llevando el pan a su hogar con lo que ganó ese día.
Hoy, durante el quinto día de cuarentena, las vías más concurridas de la capital se encuentran vacías, como los suministros de las bombas de gasolina de la región capital, mientras sus mercados se encuentran repletos de personas y los bolsillos de los caraqueños poco a poco se van achicando, porque la promesa de una próxima quincena sin trabajo se ve muy complicado.




Las limitaciones en el transporte público, debido al cierre parcial del Metro de Caracas como medida preventiva contra la propagación del coronavirus, sumado a la falta de buses públicos por la ya existente dificultad para adquirir repuestos por parte de los transportistas, convirtió en una odisea para los usuarios el poder trasladarse dentro de sus municipios. Caso que no fue ajeno para los caraqueños que poseen vehículos, por la repentina falta de gasolina y largas colas. Todo esto, luego de mucho tiempo de contar con el lujo de no padecer de una problemática común para la población del interior del país.




En las zonas populares, los habitantes continúan transitando las calles hasta el cierre total de los comercios llegado el mediodía, algo que se sigue viendo con el pasar de los días en Petare, donde una cola para comprar comida se puede unir con otra para verificar si se es portador del COVID-19, solo con mirar hacia el otro lado de la calle, como sucede en el Hospital Ana Francisca Pérez de León.



Acercándose la hora de cierre, las fuerzas de seguridad comienzan a solicitar a los petareños que cierren las santamarías y desalojen los espacios públicos para frenar el avance del brote, pero no es sencillo, porque la población tiene que afrontar tantos obstáculos para solo realizar su compra: primero, tiene que estar atenta en casa por si llega el agua o el gas; segundo, debe conseguir cómo trasladarse hasta el mercado o hacerlo a pie, y, tercero, a la hora de efectuar la compra para encontrar lo que necesitan es un reto y mucho más a un precio accesible, todo esto hace casi imposible afrontar un día de cuarentena en el barrio.






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