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lunes, 9 junio, 2025

Del Derecho a las artes: la trayectoria de Juan Luis Landaeta, un venezolano que triunfa en EE. UU.

Juan Luis Landaeta se ganó una beca para cursar la Maestría en Escritura Creativa en Español en la Universidad de Nueva York en el año 2013. Así empezó una carrera artística llena de éxitos. Esta es su historia.

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Nueva York.- Juan Luis Landaeta nació en Caracas, pero creció en Maracay, estado Aragua. Desde temprana edad, su vocación artística avanzó de la mano de su formación académica en Derecho. Hoy, a más de una década de graduarse como abogado, este escritor y pintor venezolano se consolida como un artista integral que fusiona la literatura y las artes visuales en Estados Unidos. Así marca su presencia en el panorama artístico contemporáneo.

Su camino hacia las artes no fue un giro abrupto, sino un trayecto en el que las disciplinas fueron entrelazándose.

Cuando se graduó de abogado en Caracas -el mismo día que Hugo Chávez se juramentó por última vez como presidente de Venezuela en 2013-, ya había ganado un par de premios literarios por sus libros y exploraba el dibujo como una práctica paralela.

La escritura nunca fue un pasatiempo, sino un eje constante. “Sentía que ya escribía", recuerda en entrevista con El Pitazo, el 4 de junio, al explicar por qué nunca se sintió tentado a estudiar Letras, pese a sus reconocimientos tempranos.

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Accidentes felices

La vida de Juan Luis Landaeta ha sido una sucesión de oportunidades que, en sus palabras, parecieran accidentes felices.

No se fue de Venezuela con un plan maestro, ni con una hoja de ruta. Aplicó y se ganó una beca para cursar la Maestría en Escritura Creativa en Español en la Universidad de Nueva York. Así empezó todo.

Esa beca la obtuvo en 2013 y marcó un punto clave en su desarrollo artístico. Aunque su traslado a Nueva York fue impulsado por la literatura, también llevó consigo dibujos, que hasta ese momento eran solo bocetos.

Fue en la llamada Ciudad que nunca duerme donde varios profesores comenzaron a alentar esa otra faceta, descubriendo en él una voz plástica con fuerza propia.

El trabajo de Juan Luis Landaeta explora la relación entre forma, color y caligrafía, creando espacios visuales que invitan a la contemplación y al pensamiento crítico

Obras y exposiciones: de la poesía al lienzo

En 2017, apenas dos años después de completar su maestría, Juan Luis Landaeta presentó su primera exposición individual: Jardín desierto, una muestra en blanco y negro, trabajada completamente sobre papel, que tuvo lugar en Brooklyn.

En 2019 realizó dos exposiciones más en Washington D.C., The Identity of the Line (Banco Interamericano de Desarrollo) y Unwritten (Mehari Sequar Gallery) para consolidar su presencia en el circuito artístico estadounidense.

En noviembre de 2024 tuvo su cuarta exposición, esta vez en el distrito de galerías de Chelsea, Nueva York. Actualmente, su muestra Doxa puede visitarse en la Galería de Arte de la Asociación del Personal del Banco Interamericano de Desarrollo, también en Washington, hasta el 12 de junio.

Estas exposiciones no representan un alejamiento de la escritura, sino una extensión de su lenguaje.  Un curso de caligrafía japonesa, que tomó al llegar a Nueva York, le permitió explorar esa idea de intersección entre imagen y palabra.

Un artista sin etiquetas

Reacio a las etiquetas múltiples que se pueden enumerar con comas como parte de sus facetas, hoy se define con claridad: “artista venezolano".

Esa identidad ha sido una constante reflexión desde su llegada a Estados Unidos. Reconoce la complejidad de representar a un país en conflicto y afirma que lo que más extraña de Venezuela es “la naturalidad de decir lo que uno es".

Recuerda su infancia marcada por la llegada del chavismo, la violencia cotidiana y una generación que aprendió a vivir entre la incertidumbre y la creatividad.

Mi generación se acostumbró a los secuestros exprés", dice con contundencia, contrastando esa experiencia con la vida en Nueva York.

Al mismo tiempo celebra que hoy (4 de junio) pueda ver a Gustavo Dudamel -barquisimetano- en el Central Park, acompañado por Jorge Glem -cumanés- tocando el cuatro venezolano. “Eso también es ser venezolano", afirma con orgullo.

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Una obra viva, híbrida y en movimiento

A sus 36 años, este creador sigue triunfando desde Nueva York con la firme convicción de que no hay que elegir entre ser una cosa u otra.

Su obra, tanto literaria como visual, es un testimonio del tránsito entre disciplinas, lenguas, países y formas de expresión. Es también una declaración de principios: hacer lo que uno verdaderamente quiere hacer, no desde la comodidad, sino desde la autenticidad.

“La obra tiene que hablar por ti", dice, y, en su caso, lo hace con contundencia.

Cuando se le pregunta si su éxito fuera de Venezuela valida el refrán de que “nadie es profeta en su tierra", la respuesta de Juan Luis Landaeta no gira en torno a un resentimiento ni a una comparación explícita.

En su lugar, toma un desvío emocional y filosófico: “Siempre me he ocupado mucho de no compararme. Desde niño no me gustaban las comparaciones. No porque me sintiera más ni menos que alguien, sino porque sentía que mi vida era muy mía, y lo que yo estaba viviendo siempre era, primero, una gran oportunidad…si quieres ser infeliz, compárate".

Del color a la figura

Durante mucho tiempo, las pinturas de Juan Luis Landaeta fueron exploraciones cromáticas y geométricas: figuras abstractas, interacciones entre colores, óvalos, triángulos, formas que no eran cuerpos, sino elementos. Pero algo cambió. De pronto, quiso construir escenas. Ya no solo explorar, sino narrar.

Ese giro coincidió con un momento político y emocional clave: el día de la elección presidencial en EE. UU., que ganó Donald Trump.

“Sin proponérmelo, lo siguiente que empecé a dibujar fueron cuerpos de perfil, como siluetas. Y entendí que eso era una forma de narrar una presencia. Pero también la presencia que no se ve: la sensación de amenaza".

Y así, sus figuras abstractas comenzaron a adquirir identidad, sombra, carne y tensión.

“La sombra es una abstracción genial", dice, y explica cómo, al pintar solo la silueta, logra transmitir lo estrictamente necesario para sugerir “que alguien está allí… o que algo está por venir".

Es en ese momento cuando su trabajo empieza a dialogar más directamente con la experiencia de ser inmigrante, desde lo íntimo.

Ese personaje que tiene cosas que se le acercan, soy yo. No literalmente, pero me siento así. Incluso con estatus legal en EE. UU., sin estar amenazado directamente. Pero soy inmigrante. Hablo español. Mi piel se ve como se ve. Yo no puedo ser de otra parte, ni pretendo serlo".

¿Qué espera que un migrante interprete al ver sus obras?

-Que la circunstancia es compleja, porque ser inmigrante en Nueva York no es lo mismo que serlo en Texas, porque hay diferencias internas entre venezolanos, y porque, incluso, dentro de las propias comunidades migrantes existen tensiones. Hay venezolanos persiguiendo a venezolanos. Ese es el éxito del calado del odio. Es insólito.

Doxa: narrar desde lo que se ve

Cuando Juan Luis Landaeta habla de Doxa, la muestra que marcó ese giro hacia lo narrativo, lo dice sin titubeos: “No estoy inventando nada. Estoy contando lo que veo. Lo que vivo. Lo que siento".

Al referirse a esta exposición, que congregó al menos a 150 personas en su inauguración, destaca la importancia de la libertad en el proceso creativo, de detenerse a mirar, a sentir, de ver y ser visto.

La muestra está compuesta por 12 pinturas acrílicas que reflejan temas cruciales de nuestra contemporaneidad como la migración, el encierro y la violencia.

«Con Doxa continúo profundizando en mi lenguaje visual, con un discurso contundente y auténtico, pero con un foco sobre el sentido de pertenencia, la paranoia persecutoria y los discursos de violencia y odio reinante en estos tiempos", detalla Juan Luis.

A lo largo de su carrera, este pintor y escritor venezolano se identificó con la obra «Reunión con Círculo Rojo» de Jacobo Borges. Aunque este cuadro fue pintado hace 52 años, lo considera relevante para entender el contexto actual.

El artista también habló con El Pitazo de su reciente libro Tarpeya. El texto se refiere al lugar donde está ubicado El Helicoide (Roca Tarpeya, Caracas), el cual ha sido catalogado como un centro de torturas en Venezuela.

A propósito de esta obra reflexionó sobre los límites entre la literatura y la historia, destacando cómo las distopías se han convertido en parte de la realidad contemporánea.

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