Ver más de
Albany Andara Meza | @AlbanyAndara
Foto por Miguel Rodríguez Drescher (@migueldrescher)Sima es antropomórfico: tiene dos piernas y dos brazos, además de ojos enormes con pupilas redondas y una boca que se mueve cuando habla. No mide más de 25 centímetros, pero es capaz de enumerar, sin equivocarse, todas las capitales del mundo, hacer cuentas matemáticas y preparar clases completas. Es un robot social, el primero creado en Latinoamérica.
Su nombre es la sigla de Sistema Interactivo Modular Antropomorfo, que es como los venezolanos Felipe Araya y Virginia Días bautizaron su invento. El proyecto data de 2016, cuando la inteligencia artificial (IA) aún no era un tema de interés en Venezuela. La pareja tuvo que mudarse a Chile para que su iniciativa comenzara a funcionar y para 2023 han logrado que alrededor de 10.000 estudiantes a nivel mundial utilicen Sima.
Se trata de un cuerpo robótico bípedo que trabaja en conjunto con una aplicación descargable en Google y Apple Store. Es necesario contar con un teléfono inteligente y conexión a Internet para hacerlo funcionar. Sima puede saludar y recordar datos de su usuario como el nombre, la edad, cumpleaños, preferencias, entre otros. Además, es posible interactuar con él de forma natural, puesto que trabaja con IA.
Los robots sociales son aquellos que pueden comunicarse con humanos de forma autónoma, por lo que las interacciones con ellos suelen ser parcialmente parecidas a las que tenemos con otras personas. Están diseñados para cumplir múltiples funciones: investigación, apoyar en el área de salud o para informar, por ejemplo. El objetivo de Sima es servir como un auxiliar en el sector educativo y acompañar a niños y niñas durante sus procesos de aprendizaje.
Venezuela no está a la vanguardia en temas de robótica a nivel mundial: la lista la encabezan Japón, Corea del Sur, Alemania y China. No obstante, Felipe y Virgina volvieron desde Chile para presentar a Sima en el país y actualmente se mantienen en conversaciones con el Ministerio de Educación para implementar su proyecto en escuelas públicas.
«Feliz de estar de vuelta en mi país, de alguna manera traer o devolver un poquito de lo que el país nos entregó en su momento a nosotros», dijo Virginia, en entrevista con Efecto Cocuyo, en Caracas.
Te podría interesar: Venezolanos presentan en la Ucab el primer robot social creado en Latinoamérica
Felipe y Virginia se conocieron en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde él estudiaba Ingeniería Mecánica y ella Educación. Ambos vivían en San Antonio de los Altos, estado Miranda, una ciudad pequeña y fría a 14 kilómetros de Caracas. Tras graduarse, se casaron y tuvieron un hijo. En 2016, empezaron el proyecto Sima, en conjunto con un colega de Araya, José Salvador.
Los tres proponían ideas distintas al inicio. Entre las opciones principales de los dos hombres estaba crear un robot para que los niños aprendieran a programarlo. Pero Virginia, quien tenía experiencia como profesora de bachillerato, lo imaginó como un tutor que fuese capaz de interactuar con sus usuarios y les explicara lo que tenían que aprender.
«Queríamos que fuese antropomorfo por la teoría robótica social que habíamos estudiado. Sabíamos que debía tener dos piernas, dos brazos, una carita. Lo que no teníamos muy claro qué uso educativo iba a tener», narró la docente.
Tras analizar el contexto venezolano, decidieron que en el país sería complejo llevar a cabo la idea, especialmente por los atrasos en el área de robótica y los pocos financiamientos que las empresas y el Estado le otorgaban a los emprendimientos tecnológicos. Felipe, cuya familia paterna es originaria de Chile, propuso migrar más al sur.
«Era muy improbable que en Venezuela pudiésemos llevar a cabo un proyecto como este. Necesitábamos un entorno de más innovación, más apoyo. Ese ecosistema de emprendimiento que aquí se estaba dando solo en algunos espacios», contó Días.
Dias y Araya postularon a un programa de la Corporación de Fomento llamado «Startup Chile», que ofrece un cofinanciamiento y mentorías por seis meses, para que los participantes desarrollen ideas innovadoras. Luego de ser seleccionados, tomaron un avión, cruzaron 4,707 kilómetros y se mudaron a Chile, exactamente a Providencia, un sector al nororiente de Santiago.
«Contactamos, a través de la Universidad del Desarrollo (UDD), al que era el CEO de IMB Chile. El nos dijo: «Yo les pongo a disposición la tecnología y los entreno para que puedan hacer la integración». Le incorporamos a la aplicación Watson IBM, que es la plataforma de inteligencia artificial que tienen ellos», expresó Virginia.
Watson de IBM, a diferencia de Chat GPT, funciona como un chatbot. Es decir, es una aplicación de software que ofrece respuestas automáticas o preestablecidas a sus usuarios. Hoy en día, es utilizado ampliamente en los servicios al cliente de diversas compañías. Resulta efectivo, pues sus respuestas siempre son programadas.
«Las respuesta que entregan son todas entrenadas. Parte del proceso para diseñar ese árbol de conversación lo trabajamos con una diseñadora. Ella es periodista pero su doctorado fue en la comunicación que se da entre los humanos y las máquinas. Carmina Rodríguez Hidalgo», comentó Virginia.
En 2023, cuando las personas tuvieron acceso al Chat GPT y la IA se volvió un boom en Internet, Araya y Días integraron una nueva función a Sima: la de dar respuestas generativas.
«Estas respuestas ya no las programamos nosotros, las entrega la inteligencia artificial. Esto le da un plus a la interacción, porque da respuestas abiertas e inesperadas. En el uso de los robots sociales, entre más improvisada sea la respuesta que entregue el robot, más interesado se va a mantener el usuario. Ocurre que el usuario se aburre si sabe qué esperar del robot», aclaró la profesora.
Además de ello, el robot opera con SIMAKnowledge, que es una plataforma desde donde los profesores pueden modificar los contenidos, las interacciones y el idioma.
Te puede interesar: Ucab establece lineamientos para utilizar Inteligencia Artificial en sus procesos
El primer sujeto de prueba del proyecto Sima fue el hijo de ambos creadores. Al ver que funcionaba a nivel individual, en 2018 se acercaron al Ministerio de Educación de Chile, que los envió con algunas escuelas en la capital para hacer ensayos.
«Nos dimos cuenta de que era necesario que Sima tuviese alguna forma en que los profesores pudiesen adaptarlo de acuerdo con las necesidades de su grupo de estudiantes», dijo Virginia. SIMAKnowledge viene potenciada con IA, por lo que los educadores pueden realizar cualquier solicitud y obtener resultados casi al instante.
Por ejemplo, «Sima, necesito una actividad sobre el ciclo del agua para estudiantes de tercer grado«. Después de procesarlo, el robot es capaz de proponerle al profesor una actividad estructurada y con una estrategia efectiva.
«Eso reduce el tiempo de planificación de un profesor a una décima parte», indicó Días. «Generalmente hay un docente para 40 estudiantes y es difícil que pueda responder a las necesidades de cada uno, a la cantidad de veces que necesitan las instrucciones, a las neurodivergencias que puede haber en el aula. Sima se vuelve un tutor personalizado».
Los planes de implementación de Sima en escuelas varían: hay instituciones que utilizan un solo Sima para una mesa de trabajo autónoma, debido a que en preescolar los niños no suelen sentarse en pupitres sino en grupos pequeños frente a mesas completas.
«Eso va variando. Finalmente cada grupo de trabajo pasa por esa mesa. Hay veces que, sin necesidad del cuerpo robótico, se puede proyectar en una pantalla. Tenemos experiencias en las que el profesor proyecta a Sima y va acompañando su clase a la par con Sima. Tenemos un programa de fomento lector y alfabetización socioemocional donde Sima acompaña a los niños en el proceso de lectura y luego hace preguntas relacionados para evaluar la comprensión», apuntó Virginia.
La mayoría de las startup o empresas emergentes pasan por una etapa denominada «valle de la muerte» que es ese período en el que intentan obtener ingresos por sí mismas al vender un producto determinado. En ese tiempo se enfrentan a diferentes obstáculos (falta de financiamiento, dificultad para comercializar, fallos en el modelo de negocios…) y no todas logran sobrevivir. Algunas fracasan y se detienen antes de conseguir los primeros objetivos planteados.
«Claro que pasamos por ahí. 2017 y 2018 fueron años duros. De hecho, hicimos una campaña de crowdfunding a través de Kickstarter, una plataforma de micromecenazgo, y logramos la meta. Nos propusimos una meta modesta, de seis mil dólares. Pero aparte de que queríamos obtener fondos para continuar, también queríamos validar el producto, que de verdad había personas interesadas en comprar esto», contó Virginia.
Uno de los principales obstáculos fue el cuerpo del robot, debido a que producir hardware (soportes físicos de tecnología) desde Latinoamérica es costoso y difícil, por lo que la mayoría de las empresas recomiendan irse a China, por los bajos precios manufactura.
A inicios de 2020, Felipe y Virginia participaron en el Consumer Electronics Show o Feria de Electrónica de Consumo en la ciudad de Las Vegas, Estados Unidos, donde pudieron contactar con Foxconn, el mayor fabricantes de componentes electrónicos a nivel mundial, encargado de manufacturar productos como el iPhone, iPad, Kindle o el PlayStation 3. Entendieron que era posible producir Sima en China, pero con una inversión muy alta que no podían realizar.
«Nuestro emprendimiento, la tecnología que hemos desarrollado, a diferencia de otros tiene hardware. Hoy en día ves muchas plataformas, páginas web, servicios en línea, pero hay pocas empresas que desarrollen algo tangible. Un hardware asociado a un software», explicó Virginia.
Decidieron apostar entonces por las impresoras 3D y crear el cuerpo de Sima de esta manera. Con la expansión del COVID-19 y la cuarentena global, la pareja se vio obligada a cambiar su modelo de negocios y flexibilizó la comercialización de la aplicación:
«Hoy en día puedes utilizar Sima sin necesidad de estar conectado al cuerpo robótico. Más allá de eso, ideamos la propuesta de una manufactura distribuida. Sima tiene un hardware relativamente abierto. Cualquier persona que tenga una impresora 3D nos puede contactar y nosotros compartimos los planos del robot para que lo puedan construir en cualquier parte del mundo», explicó Virginia.
Sima ha llegado a decenas de países: El Salvador, Estados Unidos, Chile, Argentina, Colombia, El Salvador, Guatemala, México, entre otros. Hasta el presente, Araya y Días han contabilizado al menos 50 mil descargas y cuentan con varios inversionistas privados, incluyendo una corporación japonesa. Sima cuesta alrededor de 400 dólares con el teléfono enmarcado. El proyecto sobrevivió al valle con éxito.
De acuerdo con sus creadores, Sima puede:
1️⃣ Responder por voz, expresar emociones y gestos faciales, reconocimiento contextual de lenguaje y patrones visuales y movimiento físico de sus extremidades de robot bípedo.
2️⃣ Comunicarse con humanos siguiendo los patrones sociales de comportamiento como voz, emoción, gestos y expresión corporal.
3️⃣ Motiva a niños a aprender hablando y jugando con actividades diseñadas para facilitar el aprendizaje en áreas como comunicación, lenguaje, lectoescritura, matemáticas, entre otras.
4️⃣ Selecciona o crea experiencias de aprendizaje para acompañar a los estudiantes mas pequeños.
5️⃣ Evalúa y genera contenido.
6️⃣ Acompaña a los padres y apoderados con los contenidos que les permitan guiarse y resolver dudas durante la realización de actividades enviadas a casa.
A pesar de que Sima tiene un protocolo de seguridad, sus creadores aconsejan que siempre sea usado bajo la supervisión de un adulto, debido a su capacidad de respuesta generativa que puede ser impredecible.
«No integramos la IA así tal cual, lo entrenamos para que dé respuestas adaptadas para niños pequeños. Si el niño o niña le hace preguntas respecto a sexo explícito o violencia, él va a orientar al niño a que busque respuesta a un adulto cercano. Tiene una especie de filtro», explicó Virginia.
En pleno auge de la IA, los gobiernos latinoamericanos aún no han establecido lineamientos claros sobre el uso de esta tecnología o sus derivados, lo que puede representar un problema para los usuarios. A pesar de ello, Araya y Dias afirman que su invento es seguro para las infancias:
«Sin embargo, en el disclaimer establecemos que, como toda inteligencia artificial, puede tener inexactitudes. Como es un servicio de un tercero, no podemos responder por la información inexacta que pueda entregar».
La crisis educativa en Venezuela se ha agudizado en los últimos años: 80 % de las escuelas en el territorio nacional no estaban en condiciones de recibir estudiantes debido a la deserción docente, infraestructura y deficiencias en servicios públicos. En este contexto, implementar una iniciativa como Sima se vuelve todo un reto para Virginia y Felipe.
Ambos ya habían pensado en que Sima funcionase en centros educativos de zonas rurales, donde la electricidad y el Internet son inestables. Hicieron una prueba en Colombia, integrando a Sima la función de trabajar offline. Es decir, con una nube de contenido que permite a los usuarios acceder sin tener conexión a la red.
«Fuera de temas políticos, para mí es importante generar impacto en mi país. Siento que es necesario que los niños estén vinculados con estas herramientas. La tecnología tiene que tener un uso positivo. Los niños no pueden utilizar el celular nada más para ver vídeos de Youtube», indicó Virginia.
Además del Ministerio de Educación, también se mantienen en conversaciones con la Asociación de Colegios Católicos de Venezuela (Avec) y planean hacer una presentación en la UCV. Ya se presentaron, a finales de junio, en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab).
Sima fue el pionero regional en materia de robots educativos, pero no es el único que existe. En Perú se encuentra Kipi, la primera robot en hablar quechua, que fue inventada por el profesor del área de ciencia y tecnología del colegio Santiago Antúnez de Mayolo del Vraem, Walter Velásquez Godoy, para estudiantes de comunidades vulnerables que vieron su educación interrumpida por la pandemia del COVID-19.
En medio de la fiebre mundial por la IA, Felipe y Virginia planean seguir avanzando y no quedarse solamente en el sector educativo. El potencial de Sima puede tener decenas de aplicaciones en otras áreas.
«Tenemos un proyecto que no es educativo, es del área de salud, para utilizar Sima para acompañar a niños en tratamiento paliativos de cáncer en el Hospital Sant Joan de Déu, en Barcelona. Vamos a regresar a Chile por un proyecto que está financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo, para hacer un Sima que acompañe a adultos mayores», culminó la docente.
Futbolista Sonia O’Neill privilegia su salud mental y se retira temporalmente de las canchas
PCV alerta sobre “maniobra antidemocrática” para intervenir su partido
Arzobispo venezolano Diego Padrón es nombrado cardenal por el papa Francisco
Lacava ordena investigación sobre incendio de tienda por departamentos en Valencia
Ocho candidatos opositores participarán en un debate el próximo 12 de julio, con la ausencia de Henrique Capriles
Sima es antropomórfico: tiene dos piernas y dos brazos, además de ojos enormes con pupilas redondas y una boca que se mueve cuando habla. No mide más de 25 centímetros, pero es capaz de enumerar, sin equivocarse, todas las capitales del mundo, hacer cuentas matemáticas y preparar clases completas. Es un robot social, el primero creado en Latinoamérica.
Su nombre es la sigla de Sistema Interactivo Modular Antropomorfo, que es como los venezolanos Felipe Araya y Virginia Días bautizaron su invento. El proyecto data de 2016, cuando la inteligencia artificial (IA) aún no era un tema de interés en Venezuela. La pareja tuvo que mudarse a Chile para que su iniciativa comenzara a funcionar y para 2023 han logrado que alrededor de 10.000 estudiantes a nivel mundial utilicen Sima.
Se trata de un cuerpo robótico bípedo que trabaja en conjunto con una aplicación descargable en Google y Apple Store. Es necesario contar con un teléfono inteligente y conexión a Internet para hacerlo funcionar. Sima puede saludar y recordar datos de su usuario como el nombre, la edad, cumpleaños, preferencias, entre otros. Además, es posible interactuar con él de forma natural, puesto que trabaja con IA.
Los robots sociales son aquellos que pueden comunicarse con humanos de forma autónoma, por lo que las interacciones con ellos suelen ser parcialmente parecidas a las que tenemos con otras personas. Están diseñados para cumplir múltiples funciones: investigación, apoyar en el área de salud o para informar, por ejemplo. El objetivo de Sima es servir como un auxiliar en el sector educativo y acompañar a niños y niñas durante sus procesos de aprendizaje.
Venezuela no está a la vanguardia en temas de robótica a nivel mundial: la lista la encabezan Japón, Corea del Sur, Alemania y China. No obstante, Felipe y Virgina volvieron desde Chile para presentar a Sima en el país y actualmente se mantienen en conversaciones con el Ministerio de Educación para implementar su proyecto en escuelas públicas.
«Feliz de estar de vuelta en mi país, de alguna manera traer o devolver un poquito de lo que el país nos entregó en su momento a nosotros», dijo Virginia, en entrevista con Efecto Cocuyo, en Caracas.
Te podría interesar: Venezolanos presentan en la Ucab el primer robot social creado en Latinoamérica
Felipe y Virginia se conocieron en la Universidad Central de Venezuela (UCV), donde él estudiaba Ingeniería Mecánica y ella Educación. Ambos vivían en San Antonio de los Altos, estado Miranda, una ciudad pequeña y fría a 14 kilómetros de Caracas. Tras graduarse, se casaron y tuvieron un hijo. En 2016, empezaron el proyecto Sima, en conjunto con un colega de Araya, José Salvador.
Los tres proponían ideas distintas al inicio. Entre las opciones principales de los dos hombres estaba crear un robot para que los niños aprendieran a programarlo. Pero Virginia, quien tenía experiencia como profesora de bachillerato, lo imaginó como un tutor que fuese capaz de interactuar con sus usuarios y les explicara lo que tenían que aprender.
«Queríamos que fuese antropomorfo por la teoría robótica social que habíamos estudiado. Sabíamos que debía tener dos piernas, dos brazos, una carita. Lo que no teníamos muy claro qué uso educativo iba a tener», narró la docente.
Tras analizar el contexto venezolano, decidieron que en el país sería complejo llevar a cabo la idea, especialmente por los atrasos en el área de robótica y los pocos financiamientos que las empresas y el Estado le otorgaban a los emprendimientos tecnológicos. Felipe, cuya familia paterna es originaria de Chile, propuso migrar más al sur.
«Era muy improbable que en Venezuela pudiésemos llevar a cabo un proyecto como este. Necesitábamos un entorno de más innovación, más apoyo. Ese ecosistema de emprendimiento que aquí se estaba dando solo en algunos espacios», contó Días.
Dias y Araya postularon a un programa de la Corporación de Fomento llamado «Startup Chile», que ofrece un cofinanciamiento y mentorías por seis meses, para que los participantes desarrollen ideas innovadoras. Luego de ser seleccionados, tomaron un avión, cruzaron 4,707 kilómetros y se mudaron a Chile, exactamente a Providencia, un sector al nororiente de Santiago.
«Contactamos, a través de la Universidad del Desarrollo (UDD), al que era el CEO de IMB Chile. El nos dijo: «Yo les pongo a disposición la tecnología y los entreno para que puedan hacer la integración». Le incorporamos a la aplicación Watson IBM, que es la plataforma de inteligencia artificial que tienen ellos», expresó Virginia.
Watson de IBM, a diferencia de Chat GPT, funciona como un chatbot. Es decir, es una aplicación de software que ofrece respuestas automáticas o preestablecidas a sus usuarios. Hoy en día, es utilizado ampliamente en los servicios al cliente de diversas compañías. Resulta efectivo, pues sus respuestas siempre son programadas.
«Las respuesta que entregan son todas entrenadas. Parte del proceso para diseñar ese árbol de conversación lo trabajamos con una diseñadora. Ella es periodista pero su doctorado fue en la comunicación que se da entre los humanos y las máquinas. Carmina Rodríguez Hidalgo», comentó Virginia.
En 2023, cuando las personas tuvieron acceso al Chat GPT y la IA se volvió un boom en Internet, Araya y Días integraron una nueva función a Sima: la de dar respuestas generativas.
«Estas respuestas ya no las programamos nosotros, las entrega la inteligencia artificial. Esto le da un plus a la interacción, porque da respuestas abiertas e inesperadas. En el uso de los robots sociales, entre más improvisada sea la respuesta que entregue el robot, más interesado se va a mantener el usuario. Ocurre que el usuario se aburre si sabe qué esperar del robot», aclaró la profesora.
Además de ello, el robot opera con SIMAKnowledge, que es una plataforma desde donde los profesores pueden modificar los contenidos, las interacciones y el idioma.
Te puede interesar: Ucab establece lineamientos para utilizar Inteligencia Artificial en sus procesos
El primer sujeto de prueba del proyecto Sima fue el hijo de ambos creadores. Al ver que funcionaba a nivel individual, en 2018 se acercaron al Ministerio de Educación de Chile, que los envió con algunas escuelas en la capital para hacer ensayos.
«Nos dimos cuenta de que era necesario que Sima tuviese alguna forma en que los profesores pudiesen adaptarlo de acuerdo con las necesidades de su grupo de estudiantes», dijo Virginia. SIMAKnowledge viene potenciada con IA, por lo que los educadores pueden realizar cualquier solicitud y obtener resultados casi al instante.
Por ejemplo, «Sima, necesito una actividad sobre el ciclo del agua para estudiantes de tercer grado«. Después de procesarlo, el robot es capaz de proponerle al profesor una actividad estructurada y con una estrategia efectiva.
«Eso reduce el tiempo de planificación de un profesor a una décima parte», indicó Días. «Generalmente hay un docente para 40 estudiantes y es difícil que pueda responder a las necesidades de cada uno, a la cantidad de veces que necesitan las instrucciones, a las neurodivergencias que puede haber en el aula. Sima se vuelve un tutor personalizado».
Los planes de implementación de Sima en escuelas varían: hay instituciones que utilizan un solo Sima para una mesa de trabajo autónoma, debido a que en preescolar los niños no suelen sentarse en pupitres sino en grupos pequeños frente a mesas completas.
«Eso va variando. Finalmente cada grupo de trabajo pasa por esa mesa. Hay veces que, sin necesidad del cuerpo robótico, se puede proyectar en una pantalla. Tenemos experiencias en las que el profesor proyecta a Sima y va acompañando su clase a la par con Sima. Tenemos un programa de fomento lector y alfabetización socioemocional donde Sima acompaña a los niños en el proceso de lectura y luego hace preguntas relacionados para evaluar la comprensión», apuntó Virginia.
La mayoría de las startup o empresas emergentes pasan por una etapa denominada «valle de la muerte» que es ese período en el que intentan obtener ingresos por sí mismas al vender un producto determinado. En ese tiempo se enfrentan a diferentes obstáculos (falta de financiamiento, dificultad para comercializar, fallos en el modelo de negocios…) y no todas logran sobrevivir. Algunas fracasan y se detienen antes de conseguir los primeros objetivos planteados.
«Claro que pasamos por ahí. 2017 y 2018 fueron años duros. De hecho, hicimos una campaña de crowdfunding a través de Kickstarter, una plataforma de micromecenazgo, y logramos la meta. Nos propusimos una meta modesta, de seis mil dólares. Pero aparte de que queríamos obtener fondos para continuar, también queríamos validar el producto, que de verdad había personas interesadas en comprar esto», contó Virginia.
Uno de los principales obstáculos fue el cuerpo del robot, debido a que producir hardware (soportes físicos de tecnología) desde Latinoamérica es costoso y difícil, por lo que la mayoría de las empresas recomiendan irse a China, por los bajos precios manufactura.
A inicios de 2020, Felipe y Virginia participaron en el Consumer Electronics Show o Feria de Electrónica de Consumo en la ciudad de Las Vegas, Estados Unidos, donde pudieron contactar con Foxconn, el mayor fabricantes de componentes electrónicos a nivel mundial, encargado de manufacturar productos como el iPhone, iPad, Kindle o el PlayStation 3. Entendieron que era posible producir Sima en China, pero con una inversión muy alta que no podían realizar.
«Nuestro emprendimiento, la tecnología que hemos desarrollado, a diferencia de otros tiene hardware. Hoy en día ves muchas plataformas, páginas web, servicios en línea, pero hay pocas empresas que desarrollen algo tangible. Un hardware asociado a un software», explicó Virginia.
Decidieron apostar entonces por las impresoras 3D y crear el cuerpo de Sima de esta manera. Con la expansión del COVID-19 y la cuarentena global, la pareja se vio obligada a cambiar su modelo de negocios y flexibilizó la comercialización de la aplicación:
«Hoy en día puedes utilizar Sima sin necesidad de estar conectado al cuerpo robótico. Más allá de eso, ideamos la propuesta de una manufactura distribuida. Sima tiene un hardware relativamente abierto. Cualquier persona que tenga una impresora 3D nos puede contactar y nosotros compartimos los planos del robot para que lo puedan construir en cualquier parte del mundo», explicó Virginia.
Sima ha llegado a decenas de países: El Salvador, Estados Unidos, Chile, Argentina, Colombia, El Salvador, Guatemala, México, entre otros. Hasta el presente, Araya y Días han contabilizado al menos 50 mil descargas y cuentan con varios inversionistas privados, incluyendo una corporación japonesa. Sima cuesta alrededor de 400 dólares con el teléfono enmarcado. El proyecto sobrevivió al valle con éxito.
De acuerdo con sus creadores, Sima puede:
1️⃣ Responder por voz, expresar emociones y gestos faciales, reconocimiento contextual de lenguaje y patrones visuales y movimiento físico de sus extremidades de robot bípedo.
2️⃣ Comunicarse con humanos siguiendo los patrones sociales de comportamiento como voz, emoción, gestos y expresión corporal.
3️⃣ Motiva a niños a aprender hablando y jugando con actividades diseñadas para facilitar el aprendizaje en áreas como comunicación, lenguaje, lectoescritura, matemáticas, entre otras.
4️⃣ Selecciona o crea experiencias de aprendizaje para acompañar a los estudiantes mas pequeños.
5️⃣ Evalúa y genera contenido.
6️⃣ Acompaña a los padres y apoderados con los contenidos que les permitan guiarse y resolver dudas durante la realización de actividades enviadas a casa.
A pesar de que Sima tiene un protocolo de seguridad, sus creadores aconsejan que siempre sea usado bajo la supervisión de un adulto, debido a su capacidad de respuesta generativa que puede ser impredecible.
«No integramos la IA así tal cual, lo entrenamos para que dé respuestas adaptadas para niños pequeños. Si el niño o niña le hace preguntas respecto a sexo explícito o violencia, él va a orientar al niño a que busque respuesta a un adulto cercano. Tiene una especie de filtro», explicó Virginia.
En pleno auge de la IA, los gobiernos latinoamericanos aún no han establecido lineamientos claros sobre el uso de esta tecnología o sus derivados, lo que puede representar un problema para los usuarios. A pesar de ello, Araya y Dias afirman que su invento es seguro para las infancias:
«Sin embargo, en el disclaimer establecemos que, como toda inteligencia artificial, puede tener inexactitudes. Como es un servicio de un tercero, no podemos responder por la información inexacta que pueda entregar».
La crisis educativa en Venezuela se ha agudizado en los últimos años: 80 % de las escuelas en el territorio nacional no estaban en condiciones de recibir estudiantes debido a la deserción docente, infraestructura y deficiencias en servicios públicos. En este contexto, implementar una iniciativa como Sima se vuelve todo un reto para Virginia y Felipe.
Ambos ya habían pensado en que Sima funcionase en centros educativos de zonas rurales, donde la electricidad y el Internet son inestables. Hicieron una prueba en Colombia, integrando a Sima la función de trabajar offline. Es decir, con una nube de contenido que permite a los usuarios acceder sin tener conexión a la red.
«Fuera de temas políticos, para mí es importante generar impacto en mi país. Siento que es necesario que los niños estén vinculados con estas herramientas. La tecnología tiene que tener un uso positivo. Los niños no pueden utilizar el celular nada más para ver vídeos de Youtube», indicó Virginia.
Además del Ministerio de Educación, también se mantienen en conversaciones con la Asociación de Colegios Católicos de Venezuela (Avec) y planean hacer una presentación en la UCV. Ya se presentaron, a finales de junio, en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab).
Sima fue el pionero regional en materia de robots educativos, pero no es el único que existe. En Perú se encuentra Kipi, la primera robot en hablar quechua, que fue inventada por el profesor del área de ciencia y tecnología del colegio Santiago Antúnez de Mayolo del Vraem, Walter Velásquez Godoy, para estudiantes de comunidades vulnerables que vieron su educación interrumpida por la pandemia del COVID-19.
En medio de la fiebre mundial por la IA, Felipe y Virginia planean seguir avanzando y no quedarse solamente en el sector educativo. El potencial de Sima puede tener decenas de aplicaciones en otras áreas.
«Tenemos un proyecto que no es educativo, es del área de salud, para utilizar Sima para acompañar a niños en tratamiento paliativos de cáncer en el Hospital Sant Joan de Déu, en Barcelona. Vamos a regresar a Chile por un proyecto que está financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo, para hacer un Sima que acompañe a adultos mayores», culminó la docente.