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Entre escombros y casas en riesgo viven los vecinos del sector Caraballo de Cotiza

LA HUMANIDAD · 6 JULIO, 2022 20:49

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Albany Andara Meza | @AlbanyAndara

Foto por Mairet Chourio (@mairetchourio)

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Tres niños observan el 4 de julio de 2022 los escombros de unas viviendas derrumbadas. Corretean alrededor, sin acercarse demasiado a la maquinaria enviada por el gobierno o a los policías que vigilan la comunidad de Caraballo, en Cotiza, al centro-norte de la capital Venezolana.

Los pequeños antes vivían en una de esas casas, pero ahora es imposible distinguir en cuál: lo que quedan son restos de bloques y zinc amontonados bajo el cielo gris de la tarde. 

«En la parte de abajo había un tubo matriz partido que afectó con los años: la tierra se fue humedeciendo. En marzo de este año se cayeron paredes y el gobierno nos sacó por lote. Empezaron a tumbar algunas casas y le taparon la boca al tubo con los escombros. Al final ese tubo explotó en mayo, cuando llovió bastante, y se llevó más casas. Vinieron a derrumbar lo que quedaba con las máquinas», explicó Gabriela Pérez, de 32 años, a Efecto Cocuyo. Es una de las afectadas: de su domicilio ya no existe siquiera una viga. 

Por lo menos 17 casas terminaron destruidas. Un aproximado de 43 familias resultaron perjudicadas, según datos de Zoraida Caballero, jefa territorial de la zona. Algunas fueron llevadas a refugios en el primer semestre de 2022, indicaron habitantes del lugar.

Recuerdan que la fuerte lluvia de mayo y junio causó estragos: en varias oportunidades, la quebrada Caraballo creció y el agua arrastró escombros y piedras hasta la calle principal, entró en salas y habitaciones de otros hogares, obstaculizó algunos callejones estrechos y dejo un rastro de barro que trabajadores de la alcaldía de Caracas tuvieron que quitar.

La temporada de precipitaciones ha sido intensa en Venezuela: entre abril y mayo afectó a nueve regiones del país. En junio, el paso del ciclón Dos por las costas del norte causó aguaceros en el territorio nacional. Las personas que viven en sectores vulnerables permanecen alertas, porque la lluvia comúnmente continúa hasta noviembre. 

Los tres niños, en edad preescolar, continúan correteando los alrededores, cuidando de no aproximarse más de los necesario a los escombros. Su mamá los vigila de cerca, pero apenas aparta la mirada los chiquillos curiosean entre los pedazos de zinc y la tierra. 

«Me mudé a Catia. Desde el GDC (Gobierno de Caracas) me dijeron que buscara una casa valorada en 7 mil dólares, más o menos y la conseguí. Ellos me la pagaron, pero hay cosas que todavía tengo que arreglar aquí», contó la madre. Los dueños de algunas de las viviendas derrumbadas acuden a la comunidad a lavar ropa o cocinar. También a llevarse algunos enseres que dejaron guardados cuando fueron desalojados. 

Cotiza está en la parroquia San José del municipio Libertador, el más extenso de Caracas con sus 433 kilómetros y donde se reúnen varias de las sedes de los poderes públicos que se encargan de todo el país. De acuerdo con la información suministrada por Protección Civil, hay 394 zonas de impacto identificadas en el municipio y un total de 35 mil viviendas que pueden resultar posiblemente afectadas por lluvias.

Según el censo de 2011, el último realizado en Venezuela, en el municipio Libertador vivían 1.943.901 adultos, adolescentes y niños. 

Refugios en hoteles

Algunos residentes de Cotiza que perdieron sus casas permanecen alojados en el Hotel Metropol, en La Candelaria, en el centro de la ciudad. Otros se quedan con amigos o familiares. 

«Mis niños todavía no estudian, gracias a Dios. Sería complicado. Imagínate que yo tengo que subir a cocinar para acá. En el hotel no puedo hacerlo», explicó Gabriela Pérez. Debido a que fue desalojada en marzo, pudo sacar enseres y no perdió más que la estructura de su vivienda.

Indica que se le ha dificultado encontrar dónde quedarse, a pesar de que el gobierno de Caracas promete pagarle una casa mientras esté valorada en 7 mil dólares y cumpla con una serie de requisitos. 

«Nos piden mapa satelital y el título de propiedad. Además de otros documentos. Es difícil encontrar a ese precio un lugar que esté bien ubicado», señaló Pérez. 

No han arreglado el tubo en el sector Caraballo. Cuando los chubascos caen, la calle sobre la que están los escombros se llena de agua residual. El río marrón pasa frente a más de 30 casas e impregna los portones de un olor que desaparece luego de dos jornadas. Los vecinos tiemblan, tapan ventanas, ajustan techos e intentan mantener las puertas cerradas. 

«Cuando llueve todo esos escombros, eso se va para allá abajo. Esa gente vive en una sola zozobra», comentó Griselda, otras de las afectadas por el derrumbe. Los trabajos de maquinaria no han terminado en el lugar, debido al mal clima que se ha registrado en la ciudad las últimas semanas. 

«Es peligroso, esto es pura tierra falsa. No hay dónde apoyarse», expresó Víctor Perdomo, quien colabora con el personal que maneja la maquinaria. 

 

¿A dónde ir? 

«Esto ya lo hemos denunciado, hasta que no pase una tragedia aquí nadie va a reaccionar. Defensa Civil vino a decirle a varias personas que se vayan de sus casas, que están en riesgo. Pero, ¿para dónde se va uno? Después nos quedamos metidos por años en refugios», dijo una vecina que quiso resguardar su identidad. 

La alcaldía de Caracas se limita a enviar trabajadores que limpien el sitio. Hasta ahora no hay saldo de heridos o fallecidos por la lluvia en Caraballo, pero los habitantes temen a que un aguacero especialmente fuerte cause más destrozos. 

Protección Civil del municipio Libertador asegura que sus funcionarios están desplegado y alertas, especialmente en Cotiza, durante estas semanas de precipitaciones.  

«Cuando pensamos que venía el ciclón, que anunciaron en cadena nacional, todo el mundo acá se quedó despierto esperando lo peor», expresó Griselda. No obstante, aunque el paso del ciclón tropical Dos puso en alerta a las autoridades y cuerpos de seguridad en Venezuela a finales de junio, al llegar a Trinidad y Tobago se debilitó. 

«Tuvimos suerte. Cada vez que llueve aquí, uno automáticamente empieza a rezar», apuntó Perdomo. 

LA HUMANIDAD · 22 JULIO, 2022

Entre escombros y casas en riesgo viven los vecinos del sector Caraballo de Cotiza

Texto por Albany Andara Meza | @AlbanyAndara
Foto por Mairet Chourio (@mairetchourio)

Tres niños observan el 4 de julio de 2022 los escombros de unas viviendas derrumbadas. Corretean alrededor, sin acercarse demasiado a la maquinaria enviada por el gobierno o a los policías que vigilan la comunidad de Caraballo, en Cotiza, al centro-norte de la capital Venezolana.

Los pequeños antes vivían en una de esas casas, pero ahora es imposible distinguir en cuál: lo que quedan son restos de bloques y zinc amontonados bajo el cielo gris de la tarde. 

«En la parte de abajo había un tubo matriz partido que afectó con los años: la tierra se fue humedeciendo. En marzo de este año se cayeron paredes y el gobierno nos sacó por lote. Empezaron a tumbar algunas casas y le taparon la boca al tubo con los escombros. Al final ese tubo explotó en mayo, cuando llovió bastante, y se llevó más casas. Vinieron a derrumbar lo que quedaba con las máquinas», explicó Gabriela Pérez, de 32 años, a Efecto Cocuyo. Es una de las afectadas: de su domicilio ya no existe siquiera una viga. 

Por lo menos 17 casas terminaron destruidas. Un aproximado de 43 familias resultaron perjudicadas, según datos de Zoraida Caballero, jefa territorial de la zona. Algunas fueron llevadas a refugios en el primer semestre de 2022, indicaron habitantes del lugar.

Recuerdan que la fuerte lluvia de mayo y junio causó estragos: en varias oportunidades, la quebrada Caraballo creció y el agua arrastró escombros y piedras hasta la calle principal, entró en salas y habitaciones de otros hogares, obstaculizó algunos callejones estrechos y dejo un rastro de barro que trabajadores de la alcaldía de Caracas tuvieron que quitar.

La temporada de precipitaciones ha sido intensa en Venezuela: entre abril y mayo afectó a nueve regiones del país. En junio, el paso del ciclón Dos por las costas del norte causó aguaceros en el territorio nacional. Las personas que viven en sectores vulnerables permanecen alertas, porque la lluvia comúnmente continúa hasta noviembre. 

Los tres niños, en edad preescolar, continúan correteando los alrededores, cuidando de no aproximarse más de los necesario a los escombros. Su mamá los vigila de cerca, pero apenas aparta la mirada los chiquillos curiosean entre los pedazos de zinc y la tierra. 

«Me mudé a Catia. Desde el GDC (Gobierno de Caracas) me dijeron que buscara una casa valorada en 7 mil dólares, más o menos y la conseguí. Ellos me la pagaron, pero hay cosas que todavía tengo que arreglar aquí», contó la madre. Los dueños de algunas de las viviendas derrumbadas acuden a la comunidad a lavar ropa o cocinar. También a llevarse algunos enseres que dejaron guardados cuando fueron desalojados. 

Cotiza está en la parroquia San José del municipio Libertador, el más extenso de Caracas con sus 433 kilómetros y donde se reúnen varias de las sedes de los poderes públicos que se encargan de todo el país. De acuerdo con la información suministrada por Protección Civil, hay 394 zonas de impacto identificadas en el municipio y un total de 35 mil viviendas que pueden resultar posiblemente afectadas por lluvias.

Según el censo de 2011, el último realizado en Venezuela, en el municipio Libertador vivían 1.943.901 adultos, adolescentes y niños. 

Refugios en hoteles

Algunos residentes de Cotiza que perdieron sus casas permanecen alojados en el Hotel Metropol, en La Candelaria, en el centro de la ciudad. Otros se quedan con amigos o familiares. 

«Mis niños todavía no estudian, gracias a Dios. Sería complicado. Imagínate que yo tengo que subir a cocinar para acá. En el hotel no puedo hacerlo», explicó Gabriela Pérez. Debido a que fue desalojada en marzo, pudo sacar enseres y no perdió más que la estructura de su vivienda.

Indica que se le ha dificultado encontrar dónde quedarse, a pesar de que el gobierno de Caracas promete pagarle una casa mientras esté valorada en 7 mil dólares y cumpla con una serie de requisitos. 

«Nos piden mapa satelital y el título de propiedad. Además de otros documentos. Es difícil encontrar a ese precio un lugar que esté bien ubicado», señaló Pérez. 

No han arreglado el tubo en el sector Caraballo. Cuando los chubascos caen, la calle sobre la que están los escombros se llena de agua residual. El río marrón pasa frente a más de 30 casas e impregna los portones de un olor que desaparece luego de dos jornadas. Los vecinos tiemblan, tapan ventanas, ajustan techos e intentan mantener las puertas cerradas. 

«Cuando llueve todo esos escombros, eso se va para allá abajo. Esa gente vive en una sola zozobra», comentó Griselda, otras de las afectadas por el derrumbe. Los trabajos de maquinaria no han terminado en el lugar, debido al mal clima que se ha registrado en la ciudad las últimas semanas. 

«Es peligroso, esto es pura tierra falsa. No hay dónde apoyarse», expresó Víctor Perdomo, quien colabora con el personal que maneja la maquinaria. 

 

¿A dónde ir? 

«Esto ya lo hemos denunciado, hasta que no pase una tragedia aquí nadie va a reaccionar. Defensa Civil vino a decirle a varias personas que se vayan de sus casas, que están en riesgo. Pero, ¿para dónde se va uno? Después nos quedamos metidos por años en refugios», dijo una vecina que quiso resguardar su identidad. 

La alcaldía de Caracas se limita a enviar trabajadores que limpien el sitio. Hasta ahora no hay saldo de heridos o fallecidos por la lluvia en Caraballo, pero los habitantes temen a que un aguacero especialmente fuerte cause más destrozos. 

Protección Civil del municipio Libertador asegura que sus funcionarios están desplegado y alertas, especialmente en Cotiza, durante estas semanas de precipitaciones.  

«Cuando pensamos que venía el ciclón, que anunciaron en cadena nacional, todo el mundo acá se quedó despierto esperando lo peor», expresó Griselda. No obstante, aunque el paso del ciclón tropical Dos puso en alerta a las autoridades y cuerpos de seguridad en Venezuela a finales de junio, al llegar a Trinidad y Tobago se debilitó. 

«Tuvimos suerte. Cada vez que llueve aquí, uno automáticamente empieza a rezar», apuntó Perdomo. 

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