Extraordinariamente, había miles de votantes y un ambiente de fiesta se sentía en la ciudad universitaria. Como muchos, también quise mentar madre cuando anunciaron la suspensión del proceso de votación; pero decidí quedarme con el lado B del desastroso día electoral que vivió la casa de estudios más antigua de Venezuela. Un día en el que «nuestro mundo de azules boinas» salió a votar masivamente.
Alguno no ucevista se preguntará: ¿Qué tiene de especial un proceso electoral en una universidad? Vamos por partes:
Por primera vez en 15 años se llevarían a cabo elecciones para renovar todas las instancias de gobierno, desde rector hacia abajo.
Una multitud respondió al llamado a asistir a este proceso que se pautó para un viernes. En mi época de estudiante, los jueves eran de protesta y piedras, de manera que muchas veces no había clase al día siguiente.
Para llegar a este acto electoral hubo un proceso de negociación entre sectores del chavismo y del no chavismo. Esto permitió desbloquear la cantidad de recursos que se habían interpuesto ante el Tribunal Supremo de Justicia, que en aras de la verdad no tenía vela en este entierro, pero que usualmente es una instancia utilizada por el gobierno cuando quiere torpedear alguna consulta pública.
Elecciones en la UCV terminaron con vidrios rotos, frustración y muchas preguntas por responder
Estuve hasta la 1:30 p. m. en las instalaciones de la Universidad Central de Venezuela del viernes 26 de mayo de 2023, cuando se suponía serían escogidos los cargos de rector, vicerrector, vicerrector académico, vicerrector administrativo y secretario; también de decanos y candidatos al Consejo de Apelaciones, así como representantes profesorales ante el Consejo Universitario y ante los Consejos de Facultad y de Escuela.
La UCV no solo tiene más de 300 años de fundada, sino que al ser pública fue el emblema de la masificación de la educación superior en el país y con ella de la gran movilidad social que ha caracterizado a Venezuela, en donde para estudiar una carrera con estándares de calidad no tienes necesariamente que empeñar un riñón o ser de un sector pudiente.
Su eslogan es «la casa que vence la sombra». Yo estaba espantando las mías desde el mismo día en el que comprobé que en el registro de electores de la universidad me cambiaron el número de cédula.
El listado, me explicaron, lo hicieron manual. Entonces Luz Mely Reyes terminó con el número de cédula de alguien que está inscrita para votar en el estado Lara, según el Registro Electoral del CNE. (Pues, claro que busqué a quién pertenece el número de CI que me atribuyeron).
En este proceso, más de 222.000 miembros de la comunidad ucevista estaban habilitados para votar y yo, por mi condición de egresada, tenía derecho a seis votos.
Elecciones en la UCV, de la emoción al desastre
Pero, me prometieron que no habría mayor problema. «De seguro, vas a votar. Vaya primero a la sede la Comisión Electoral; allí le van a dar una autorización y eso es todo”.
Como cuando iba a la playa de niña, estaba emocionada. Llegaría temprano, a eso de las 8:00 a. m. expondría mi caso, me darían una constancia de incidencias y de allí me iría a votar.
Mi alegría iba creciendo mientras me acercaba por la entrada de Plaza Venezuela. Vi a decenas de personas que iban a paso apurado hacia la universidad. «Todas a votar, porque no había mucho más que hacer ese día allí», grité al pasar la Puerta de Tamanaco. Más adelante estaba el célebre chichero de la Plaza del Rectorado, seguimos rumbo al Hospital Clínico y llegamos hasta la escuela Razzetti.
Todo lucía tan sencillo.
Apenas llegué al Decanato de Medicina casi lloré. En aquel momento ya estaba dispuesta a cantar nuestro himno universitario.
«Esta casa que vence la sombra
con su lumbre de fiel claridad,
hoy se pone su traje de moza
y se adorna con brisa de mar…
Campesino que vas a la guerra…»
Mi breve arrebato de amor patrio ucevista amenazaba con extenderse al ver a tantos jóvenes y gente anciana (personal jubilado); personas que decidieron viajar hasta 800 kilómetros para llegar al día de la votación; chicos que me decían “señora venga por aquí” y hasta alguno que me acompañó a la entrada del decanato porque yo, que era de la Facultad de Humanidades, no creo haber ido hasta la Escuela de Medicina en mi época estudiantil. Tal vez llegué a ir a alguna fiesta, cuyos recuerdos, si es que acaso los hubo, los habrá borrado el tiempo.
García Arocha: «Yo me voy el 14 de julio porque yo me quiero ir»
Poco antes del mediodía, ya era evidente que algo pasaba. No habían instalado la mayoría de las mesas de votación.
La profesora Lennys Arias, de la subcomisión electoral de la Escuela de Medicina, salió a dar información a la multitud:
“Vamos a empezar con los estudiantes. No vamos a empezar con otros sectores porque falta material electoral. No solamente aquí en la facultad de Medicina, en casi todas las otras facultades está pasando lo mismo. La instrucción que hay es que si la mesa se abre a las 12, se va a cerrar a las 12 de la noche. Sé que hay mucha inseguridad para todos, pero lo que quiero que sepan es que se va a cumplir con el reglamento… Cuando impriman las boletas y lo que falta arrancamos con todo” explicaba la profesora.
Poco después, dos candidatos a rectores insistían en que tanto retraso era producto de una conspiración. Como soy venezolana y estoy acostumbrada a golpes de Estado, intrigas palaciegas, puñaladas traperas entre políticos, defenestraciones de gobierno interino en plena temporada decembrina, me preguntaba tal cual detective de Agatha Christie: ¿a quién favorecería la supuesta conspiración? Ninguno de los dos denunciantes tenían cómo responder.
Los estudiantes también expresaron su rechazo a parte de las autoridades de la UCV
Mientras seguían retrasos y susurros, acordaron con un tercer candidato entrar a las instalaciones del decanato, que estaba protegido por maravillosos voluntarios. Uno de los candidatos me amparó: tú eres periodista. Véngase pa’cá.
Así entré con ellos y subimos al segundo piso del edificio hasta el salón donde se encontraba un hombre con cara de desconcierto.
El biólogo Miguel Alfonzo, el patólogo Enrique López Loyo y el sociólogo Rómulo Orta fueron recibidos por Carlos Martín, presidente de la CE, quien sin saber exactamente qué pasaba escuchaba atentamente.
Loyo y Alfonzo insistían en que el proceso no se podía suspender, pidieron explicaciones sobre lo que estaba ocurriendo, mientras Orta intentaba obtener respuesta sobre cómo se iba a garantizar que todos participarían, debido al retraso ya de cinco horas.
Me acerqué al profesor Martín y le pregunté: ¿Qué pasó? ¿Por qué el retraso? Me miró con ojos de atribulado y me responde: “Ley de Murphy”. Quedé brevemente sin palabras…
Este enunciado no es una ley científica, pero sostiene que “todo lo que puede salir mal, saldrá mal”. O como algún explicador dijo alguna vez: “una tostada untada con mermelada en una de sus caras siempre caerá con esta cara contra el suelo”.
“Yo quisiera explicarte qué fue lo que pasó. Hasta ayer todo estaba marchando perfectamente, pero hoy vimos que faltaban cuadernos”.
Martín atribuyó las consecuencias murphianas a varios elementos:
Sin embargo, Martín era de quienes defendía continuar con el proceso. Entre otras cosas porque no habría presupuesto para una nueva jornada. Dijo que todo estaba listo para distribuir el material electoral.
Luego acordó con estos tres candidatos a rector que ofrecería una rueda de prensa. Declaró que asumía la responsabilidad por los problemas logísticos, pero reiteró que el proceso continuaría.
Me fui de allí, sin mi constancia de incidencia que me permitiría votar. Al hablar con los electores, todos decían que estaban preparados para aguantar el tiempo necesario para votar.
Apenas llegué a casa, me enviaron un mensaje: los rumores esta vez fueron confirmados. Una hora después de idas y vueltas, aquel mismo salón donde estuve se convirtió en otro escenario; decenas de estudiantes, la rectora saliente Cecilia García-Arocha y miembros de la comisión discutían sobre la continuidad o no del proceso.
La elección fue suspendida hasta el 9 de junio.
Las autoridades ofrecieron hacer una investigación. En ella se deberá saber qué pasó realmente con el material electoral que nunca fue distribuido hacia los centros de votación.
Me quedo con la convicción que vi en la gente de querer votar; con los acuerdos previos que permitieron que el proceso llegara al día 26 y con la sensación de que más temprano que tarde esa necesidad de expresar con el sufragio la posición de cada cual será tan fuerte, que los grupos que se disputan el poder tendrán que abrir las válvulas para que se produzcan procesos electorales de calidad en Venezuela.
“ Alma Mater, abierto Cabildo,
donde el pueblo redime su voz:
Nuestro pueblo de amable destino,
como el tuyo, empinado hacia Dios”
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Alguno no ucevista se preguntará: ¿Qué tiene de especial un proceso electoral en una universidad? Vamos por partes:
Por primera vez en 15 años se llevarían a cabo elecciones para renovar todas las instancias de gobierno, desde rector hacia abajo.
Una multitud respondió al llamado a asistir a este proceso que se pautó para un viernes. En mi época de estudiante, los jueves eran de protesta y piedras, de manera que muchas veces no había clase al día siguiente.
Para llegar a este acto electoral hubo un proceso de negociación entre sectores del chavismo y del no chavismo. Esto permitió desbloquear la cantidad de recursos que se habían interpuesto ante el Tribunal Supremo de Justicia, que en aras de la verdad no tenía vela en este entierro, pero que usualmente es una instancia utilizada por el gobierno cuando quiere torpedear alguna consulta pública.
Elecciones en la UCV terminaron con vidrios rotos, frustración y muchas preguntas por responder
Estuve hasta la 1:30 p. m. en las instalaciones de la Universidad Central de Venezuela del viernes 26 de mayo de 2023, cuando se suponía serían escogidos los cargos de rector, vicerrector, vicerrector académico, vicerrector administrativo y secretario; también de decanos y candidatos al Consejo de Apelaciones, así como representantes profesorales ante el Consejo Universitario y ante los Consejos de Facultad y de Escuela.
La UCV no solo tiene más de 300 años de fundada, sino que al ser pública fue el emblema de la masificación de la educación superior en el país y con ella de la gran movilidad social que ha caracterizado a Venezuela, en donde para estudiar una carrera con estándares de calidad no tienes necesariamente que empeñar un riñón o ser de un sector pudiente.
Su eslogan es «la casa que vence la sombra». Yo estaba espantando las mías desde el mismo día en el que comprobé que en el registro de electores de la universidad me cambiaron el número de cédula.
El listado, me explicaron, lo hicieron manual. Entonces Luz Mely Reyes terminó con el número de cédula de alguien que está inscrita para votar en el estado Lara, según el Registro Electoral del CNE. (Pues, claro que busqué a quién pertenece el número de CI que me atribuyeron).
En este proceso, más de 222.000 miembros de la comunidad ucevista estaban habilitados para votar y yo, por mi condición de egresada, tenía derecho a seis votos.
Elecciones en la UCV, de la emoción al desastre
Pero, me prometieron que no habría mayor problema. «De seguro, vas a votar. Vaya primero a la sede la Comisión Electoral; allí le van a dar una autorización y eso es todo”.
Como cuando iba a la playa de niña, estaba emocionada. Llegaría temprano, a eso de las 8:00 a. m. expondría mi caso, me darían una constancia de incidencias y de allí me iría a votar.
Mi alegría iba creciendo mientras me acercaba por la entrada de Plaza Venezuela. Vi a decenas de personas que iban a paso apurado hacia la universidad. «Todas a votar, porque no había mucho más que hacer ese día allí», grité al pasar la Puerta de Tamanaco. Más adelante estaba el célebre chichero de la Plaza del Rectorado, seguimos rumbo al Hospital Clínico y llegamos hasta la escuela Razzetti.
Todo lucía tan sencillo.
Apenas llegué al Decanato de Medicina casi lloré. En aquel momento ya estaba dispuesta a cantar nuestro himno universitario.
«Esta casa que vence la sombra
con su lumbre de fiel claridad,
hoy se pone su traje de moza
y se adorna con brisa de mar…
Campesino que vas a la guerra…»
Mi breve arrebato de amor patrio ucevista amenazaba con extenderse al ver a tantos jóvenes y gente anciana (personal jubilado); personas que decidieron viajar hasta 800 kilómetros para llegar al día de la votación; chicos que me decían “señora venga por aquí” y hasta alguno que me acompañó a la entrada del decanato porque yo, que era de la Facultad de Humanidades, no creo haber ido hasta la Escuela de Medicina en mi época estudiantil. Tal vez llegué a ir a alguna fiesta, cuyos recuerdos, si es que acaso los hubo, los habrá borrado el tiempo.
García Arocha: «Yo me voy el 14 de julio porque yo me quiero ir»
Poco antes del mediodía, ya era evidente que algo pasaba. No habían instalado la mayoría de las mesas de votación.
La profesora Lennys Arias, de la subcomisión electoral de la Escuela de Medicina, salió a dar información a la multitud:
“Vamos a empezar con los estudiantes. No vamos a empezar con otros sectores porque falta material electoral. No solamente aquí en la facultad de Medicina, en casi todas las otras facultades está pasando lo mismo. La instrucción que hay es que si la mesa se abre a las 12, se va a cerrar a las 12 de la noche. Sé que hay mucha inseguridad para todos, pero lo que quiero que sepan es que se va a cumplir con el reglamento… Cuando impriman las boletas y lo que falta arrancamos con todo” explicaba la profesora.
Poco después, dos candidatos a rectores insistían en que tanto retraso era producto de una conspiración. Como soy venezolana y estoy acostumbrada a golpes de Estado, intrigas palaciegas, puñaladas traperas entre políticos, defenestraciones de gobierno interino en plena temporada decembrina, me preguntaba tal cual detective de Agatha Christie: ¿a quién favorecería la supuesta conspiración? Ninguno de los dos denunciantes tenían cómo responder.
Los estudiantes también expresaron su rechazo a parte de las autoridades de la UCV
Mientras seguían retrasos y susurros, acordaron con un tercer candidato entrar a las instalaciones del decanato, que estaba protegido por maravillosos voluntarios. Uno de los candidatos me amparó: tú eres periodista. Véngase pa’cá.
Así entré con ellos y subimos al segundo piso del edificio hasta el salón donde se encontraba un hombre con cara de desconcierto.
El biólogo Miguel Alfonzo, el patólogo Enrique López Loyo y el sociólogo Rómulo Orta fueron recibidos por Carlos Martín, presidente de la CE, quien sin saber exactamente qué pasaba escuchaba atentamente.
Loyo y Alfonzo insistían en que el proceso no se podía suspender, pidieron explicaciones sobre lo que estaba ocurriendo, mientras Orta intentaba obtener respuesta sobre cómo se iba a garantizar que todos participarían, debido al retraso ya de cinco horas.
Me acerqué al profesor Martín y le pregunté: ¿Qué pasó? ¿Por qué el retraso? Me miró con ojos de atribulado y me responde: “Ley de Murphy”. Quedé brevemente sin palabras…
Este enunciado no es una ley científica, pero sostiene que “todo lo que puede salir mal, saldrá mal”. O como algún explicador dijo alguna vez: “una tostada untada con mermelada en una de sus caras siempre caerá con esta cara contra el suelo”.
“Yo quisiera explicarte qué fue lo que pasó. Hasta ayer todo estaba marchando perfectamente, pero hoy vimos que faltaban cuadernos”.
Martín atribuyó las consecuencias murphianas a varios elementos:
Sin embargo, Martín era de quienes defendía continuar con el proceso. Entre otras cosas porque no habría presupuesto para una nueva jornada. Dijo que todo estaba listo para distribuir el material electoral.
Luego acordó con estos tres candidatos a rector que ofrecería una rueda de prensa. Declaró que asumía la responsabilidad por los problemas logísticos, pero reiteró que el proceso continuaría.
Me fui de allí, sin mi constancia de incidencia que me permitiría votar. Al hablar con los electores, todos decían que estaban preparados para aguantar el tiempo necesario para votar.
Apenas llegué a casa, me enviaron un mensaje: los rumores esta vez fueron confirmados. Una hora después de idas y vueltas, aquel mismo salón donde estuve se convirtió en otro escenario; decenas de estudiantes, la rectora saliente Cecilia García-Arocha y miembros de la comisión discutían sobre la continuidad o no del proceso.
La elección fue suspendida hasta el 9 de junio.
Las autoridades ofrecieron hacer una investigación. En ella se deberá saber qué pasó realmente con el material electoral que nunca fue distribuido hacia los centros de votación.
Me quedo con la convicción que vi en la gente de querer votar; con los acuerdos previos que permitieron que el proceso llegara al día 26 y con la sensación de que más temprano que tarde esa necesidad de expresar con el sufragio la posición de cada cual será tan fuerte, que los grupos que se disputan el poder tendrán que abrir las válvulas para que se produzcan procesos electorales de calidad en Venezuela.
“ Alma Mater, abierto Cabildo,
donde el pueblo redime su voz:
Nuestro pueblo de amable destino,
como el tuyo, empinado hacia Dios”